El gasto público del Gobierno está normalmente justificado por la provisión de bienes públicos y bienes preferentes. Los primeros son todos esos bienes que generan derrames positivos más allá de sus beneficiarios directos, como ocurre con una campaña de vacunación que evita que se contagie el que no se vacunó o con un programa que asegura educación de calidad, que aumenta la productividad (y los salarios) de todos los trabajadores, más allá de la del propio educando. Los segundos tienen que ver con bienes que, aunque son de naturaleza privada, en el sentido de que no producen beneficios a terceros, son deseables socialmente, como ocurre con la realización de espectáculos de diversa índole. Por lo tanto, no es comparable el subsidio a eventos deportivos, con el financiamiento público de la educación y la salud, sino en todo caso con el aporte estatal a la cultura, por ejemplo.
Claramente el financiamiento público del fútbol, vía la compra de derecho de televisación, supone la visión de los espectáculos deportivos como un bien preferente, puesto que ninguna persona se beneficia porque su vecino pueda ver un partido gratis. No hay externalidad ni derrame que justifique el subsidio.
El debate necesario es cuál es la prioridad que determina la asignación de presupuesto a los distintos bienes preferentes, puesto que alguien al que no le guste el fútbol podría solicitar con el mismo derecho, que el Estado le pague el codificado para ver películas, o en mi caso que tengo un nene de dos años, que socialicen el Baby Tv, o el Disney Channel.
MAXIMIZAR EL NEGOCIO DEL FUTBOL PARA JERARQUIZAR LOS CAMPEONATOS LOCALES
El segundo punto, es que incluso cuando se aceptara que fuera deseable que el Gobierno pague para que la gente pueda ver fútbol, o música, o películas, ello no presupone que sea el Estado el que tenga que transmitir esos contenidos.
El fútbol es un negocio y como tal debe apuntar a maximizar su valor, porque por un lado eso genera mayor actividad económica, que redunda en más inversiones, más empleos y más impuestos, pero por otro lado permite aumentar la calidad del producto que se genera beneficiando a los espectadores y aumentando la competitividad mundial del fútbol argentino.
Para tener una idea, el Barcelona Fútbol Club, que lidera la tabla de socios en el mundo con 222.980 adherentes, aprobó un presupuesto para la temporada 2015/16, de 633 millones de euros, que a la cotización de hoy son prácticamente 9.000 millones de pesos. River Plate, que con 123.665 socios está quinto en el mundo, presupuestó ingresos por 918 millones de la moneda local y Boca Juniors, décimo en socios a nivel internacional con 102.070 apuesta a $814 millones de ingresos siempre para la temporada 2015/16.
Se puede argumentar que el mercado español es económicamente más poderoso que el argentino y eso es cierto, pero su PBI casi triplica el nuestro y evidentemente no alcanza para explicar por qué el Barcelona tiene un presupuesto por socio que es cinco veces el que detenta Boca y 5,4 veces el de River. Evidentemente no le estamos sacando todo el jugo a la naranja y una de las principales razones es que no se explotan correctamente los derechos de televisación.
El fútbol español acaba de negociar un contrato de tres años que le dejará 883 millones de euros por temporada; unos 12.500 millones de pesos, que hace que los casi 1.900 millones presupuestados para el FPT en la Ley más importante para el 2016, luzcan como una migaja insignificante. Y España no es el lugar donde más dinero dejan las televisaciones. En la Premier League la TV paga 1.900 millones de euros anuales, que equivalen a casi 27.000 millones de pesos, unas 14 veces lo que recibe la AFA por el negocio doméstico. Comparando con el PBI de cada país, la televisión explica el 0,069% en España y el 0,076% en Gran Bretaña, pero solo el 0,029% en Argentina, de modo que haciendo las cosas bien se podrían duplicar los ingresos que aportan los medios de difusión
Estas diferencias astronómicas, combinadas con una mala gestión de los ingresos por entradas y una mediocre performance en la comercialización internacional de la marca, explican por qué la mayoría de los clubes están fundidos y el fútbol local no tiene capacidad de retener talentos, generando un círculo vicioso, toda vez que el deterioro en la calidad del espectáculo, baja el valor del negocio.
COMO PONERNOS A LA ALTURA DE LOS MEJORES
Enfrentémoslo de una vez por todas. El fútbol es un negocio; los jugadores juegan por plata y si les pagan más en otro lugar se van. Los empleados de los clubes también viven de su sueldo y pretender que el espectáculo sea gobernado por una lógica distinta a la del mercado es una ingenuidad en el mejor de los casos y un atentado contra la calidad del fútbol en la realidad.
La manera de sacarle más dinero a los derechos de televisación es subastándolos, en una licitación abierta a la competencia internacional, donde pueda participar el Estado comprando el derecho a retransmitir los partidos que considere deseable socializar.
La experiencia del Reino Unido y la reciente reforma en España, nos enseñan como diseñar las compulsas para maximizar el ingreso de la AFA. Luego vendrá el debate de cómo repartirlo hacia cada club.
Presupuestos
El Barcelona Fútbol Club tiene un presupuesto por socio que es cinco veces el que detenta Boca y 5,4 veces el de River. Evidentemente no le estamos sacando todo el jugo a la naranja y una de las principales razones es que no se explotan correctamente los derechos de televisación
fuente:
Martin Tetaz es Economista, egresado de la Universidad Nacional de La Plata, especializado en Economía del Comportamiento, la rama de la disciplina que utiliza los descubrimientos de la Psicología Cognitiva para estudiar nuestras conductas como consumidores e inversores. Actualmente es Diputado Nacional.
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