Al cierre del 2015, la deuda pública del Estado nacional ascendía a 246.500 millones de dólares, que medido como porcentaje del PBI representaba el 47% del tamaño de la economía. Nueve meses después, según los últimos datos de la Secretaria de Hacienda, los compromisos crecieron prácticamente 18.000 millones de dólares y como el PBI se contrajo cerca de 2% en términos reales y se achicó incluso más, medido en dólares, por efecto de la devaluación, hoy se debe cerca de un 53% del producto y según las estimaciones de la Secretaría de Hacienda, cerraremos el año con una deuda en torno al 58% del PBI.
La razón principal por la que esa deuda crece es que cuando el Estado gasta más de lo que recauda por impuestos, solo le quedan dos maneras de cerrar el agujero fiscal; emitiendo billetes o colocando deuda. Como la voluntad del Banco Central fue acotar la maquinita a 160.000 millones de pesos, para evitar una mayor inflación, las otras dos terceras partes del déficit deben ser cubiertas con deuda.
¿PARA QUE SIRVE LA DEUDA?
Por supuesto, si viviéramos con lo nuestro y no pidiéramos prestado todos los potenciales riesgos desaparecerían, pero lo cierto es que la posibilidad de endeudarse es importante para la economía por dos razones: en primer lugar, porque permite suavizar el ciclo económico, evitando las recesiones profundas. Pensemos que en los años en que la actividad no crece o incluso se produce una caída en los niveles de producción, los ingresos fiscales se resienten y si el Tesoro no pudiera endeudarse, debería bajar el gasto público recortando prestaciones o directamente ajustando los salarios de los trabajadores, lo cual reforzaría el círculo vicioso de la recesión.
En segundo lugar, las inversiones en obra pública, educación y salud no debieran financiarse 100% con el presupuesto corriente, porque generan beneficios que duran decenas de años. Si varias generaciones disfrutan de un puente o de la eliminación de una enfermedad contagiosa, es lógico que todos aporten su parte en esa obra y la manera natural de hacerlo es financiándolas con deuda que luego se va pagando a lo largo de los años
SOSTENIBILIDAD DE LA DEUDA
Pero incluso cuando el proceso de endeudamiento esté justificado, tampoco nos podemos endeudar de manera ilimitada. Pensemos que del mismo modo que las empresas tienen pasivos y las familias deben dinero, no tiene nada de particular que algunos Estados presenten saldos deudores; la cuestión relevante tiene que ver con la magnitud de esas obligaciones. Un ejemplo obvio; si yo debo 1.000.000 de pesos, estoy arruinado, pero si los debe Marcelo Tinelli, para él probablemente sea un vuelto. La clave es cuanto representa la deuda en relación a los ingresos de cada uno y por eso, en el caso de los países, siempre se hace referencia a los compromisos como porcentaje del PBI.
Para que una deuda se mantenga manejable en relación a la capacidad de pago, los intereses pagados no deberían superar a la tasa de crecimiento de la economía, porque si, por ejemplo, todos los años hubiera que pagar 10% de interés por la deuda y la economía crece solo 5%, evidentemente el stock de deuda aumentaría más rápido que la propia economía tornando insostenible el problema, más tarde o más temprano.
Por esa razón los países del primer mundo que pagan tasas muy bajas por su deuda, no tienen problema. De hecho, podrían incluso tener un déficit crónico y financiarlo colocando bonos en el exterior eternamente. Si la economía crece por ejemplo 4% por año y la deuda solo paga 1% de intereses, un país que tuviera un déficit de 3% del PBI y lo financiara siempre con deuda, mantendría a lo largo del tiempo el mismo ratio de deuda en relación al PBI.
Pero si como ocurre con nuestro país, la deuda paga 7% de interés, mientras que la economía crece 3% ó 5% en el mejor de los casos, entonces el stock de deuda crecerá hasta tornarse inmanejable. Peor aún si además de los intereses, la deuda crece porque se agrega año a año el financiamiento del déficit fiscal.
En este sentido, para evitar una crisis necesitamos que el costo financiero de Argentina sea mucho más bajo y/o que la economía crezca mucho más fuerte. Adicionalmente resulta fundamental ir cerrando el déficit fiscal. Pensemos que en 2016 tuvimos un déficit primario de 4,6% del PBI que fue financiado en parte con emisión, pero mayormente con nueva deuda. En el mediano y largo plazo esto resulta insostenible.
UN EJEMPLO DOMESTICO
Para sintetizar estas ideas pensemos en una familia que tiene ingresos por 30.000 pesos y una deuda en la tarjeta de 10.000. Si el jefe de hogar no paga los intereses de su plástico, la deuda se irá convirtiendo en una bola de nieve. Pero incluso si cumpliera con los intereses y gastara 32.000 pesos mensuales, resulta evidente que su deuda con la tarjeta crecería 2.000 pesos por mes.
Las alternativas pasan entonces por conseguir financiamiento más barato, pidiéndole 10.000 para pagar la tarjeta a un familiar o amigo, por ejemplo, y al mismo tiempo bajar el nivel de gasto para generar un excedente que permita ir cancelando la deuda, o esforzarse por que los ingresos crezcan, de suerte tal que aún cuando la deuda con la tarjeta suba a 20.000, eso no sea un problema si los ingresos han crecido también hasta llegar a $60.000.
Como puede verse, la deuda no es un problema, e incluso es una herramienta para vivir mejor. Siempre y cuando se mantenga en niveles sostenibles y guarde una sana relación con los ingresos.
fuente: ELDIA.com
Martin Tetaz es Economista, egresado de la Universidad Nacional de La Plata, especializado en Economía del Comportamiento, la rama de la disciplina que utiliza los descubrimientos de la Psicología Cognitiva para estudiar nuestras conductas como consumidores e inversores. Actualmente es Diputado Nacional.