Con el dólar calmo y el país convertido en un thriller policial, los distintos candidatos con chances de suceder a Cristina Fernández han optado por no hablar de economía o directamente por hacer promesas inconsistentes, como anunciar bajas de impuestos sin mencionar los gastos que van a recortar o peor aún, enunciar generalidades vacías, de tono demagógico, como el tuit de un precandidato que propuso “cobrarle los impuestos a la timba y darle premios a la producción y el trabajo”.
Esta realidad contrasta profundamente con el énfasis de las campañas en Europa y los Estados Unidos, en las que las cuestiones fiscal y monetaria resultan centrales. La gente quiere saber en esos países qué ocurrirá con los impuestos, porque los tributos no están escondidos en el precio de los bienes como ocurre acá con Ingresos Brutos y el IVA, sino que descansan significativamente en Ganancias Personales y son por lo tanto mucho más visibles. Conscientes del esfuerzo que hacen para financiar al Tesoro, los ciudadanos son más vigilantes de los gastos e intolerantes con la corrupción.
En contraste, en nuestro país el Banco Central gasta 90.000.000.000 de pesos por año para absorber los pesos que emite para financiar el déficit fiscal del Tesoro. Para tener una idea, con ese dinero es posible alimentar a casi 3.000.000 de personas durante un año, pero el contribuyente promedio no tiene la menor idea de que esto ocurre ni reclama por otros usos alternativos que podrían tener esos fondos.
¿QUE HARA EL FUTURO PRESIDENTE?
La consecuencia inmediata de la poca trasparencia fiscal es que la calidad de la democracia se resiente porque la sociedad no les reclama a los políticos definiciones concretas y consistentes en el terreno económico, definiendo su voto más por una cuestión de imagen marketinera que por el frío análisis de las propuestas.
Me propongo entonces lanzar un desafío a los principales candidatos para que se definan en 10 cuestiones económicas que considero fundamentales para el rumbo del país en los próximos años; a saber:
1- Si tuvieran que elegir entre aumentar el presupuesto educativo o el de seguridad, ¿a cuál de esas áreas consideran prioritario destinar más dinero?
2- Si tuvieran que escoger entre subir el gasto público o bajar impuestos a los contribuyentes, ¿Qué preferirían?
3- ¿Están de acuerdo con financiar el déficit fiscal con emisión monetaria, prefieren hacerlo con deuda, o son partidarios de cerrar ese agujero aumentando impuestos o bajando el gasto público?
4- Si tuvieran que elegir entre bajar el impuesto a las Ganancias y subir el IVA, o bajar el IVA y subir Ganancias, ¿por cuál de esas dos alternativas se inclinarían?
5- ¿Están de acuerdo con promover el libre comercio o prefieren una política más proteccionista?
6- ¿Privatizarían Aerolíneas Argentinas o, por el contrario, piensan que el Estado debe seguir ocupándose de los aviones?
7- ¿Si tuvieran que elegir entre aumentar las jubilaciones o expandir la cobertura previsional, preferirían que el sistema incluya a más gente o que pague mejor a los que ya están?
8- ¿Los ingresos provenientes de las rentas de los recursos naturales (renta agropecuaria, pesquera, minera y petrolera) deberían ser de las provincias donde están esos recursos o del Tesoro Nacional?
9- Si tienen que optar entre mejorar las rutas para que la gente pueda moverse en auto y la carga en camiones, o invertir en el transporte público de personas y mercaderías, financiando esas inversiones con el encarecimiento de los combustibles ¿Qué harían?
10- ¿Arancelarían las Universidades para que paguen los que pueden, usando el dinero para un programa de becas dirigidas a los estudiantes de menores recursos?
Soy consciente que estas preguntas no agotan ni mucho menos el espacio de las decisiones en materia económica. Estoy seguro que a cada lector se le ocurrirán muchas más. Pero el objetivo de la enunciación es el de provocar definiciones que nos permitan a los ciudadanos que estamos preocupados por el destino del país, saber si los candidatos que buscan la presidencia prefieren una estructura tributaria más progresiva o más regresiva que la actual, si apuestan a la educación como igualadora de oportunidades, o si por el contrario entienden que cada familia debe elegir la educación que pueda pagarle a sus hijos, si entienden que el desarrollo de un país pasa porque los pobres puedan comprar un auto o porque los ricos elijan viajar en transporte público.
Me gustaría saber si eligen continuar con la tradición de la Generación del ’37 que pensó un país donde la propiedad privada y la libertad de negocios, para cualquiera que quiera habitar el suelo argentino, fundaban el desarrollo, o si en cambio creen que el Estado debe ser el propietario de los medios de producción y que debe en todo caso dar prioridad a los capitales nacionales.
En el siglo XXI y con una democracia consolidada, no podemos permitirnos el divague impreciso de un discurso tribunero, ni la demagogia de las promesas de gastos sin financiamiento.
La gente quiere saber lo que hará el Gobierno con su dinero, y qué grado de libertad tendrá para construir su propio destino
Martin Tetaz es Economista, egresado de la Universidad Nacional de La Plata, especializado en Economía del Comportamiento, la rama de la disciplina que utiliza los descubrimientos de la Psicología Cognitiva para estudiar nuestras conductas como consumidores e inversores. Actualmente es Diputado Nacional.