Con una genial campaña de marketing como excusa, el «primer presidente negro» de la Argentina propuso la modificación del Código Civil para que del mismo modo que sucede con el DNI, el pasaporte y el registro de conducir, la libreta de matrimonio también tenga fecha de vencimiento y expire, salvo renovación, de manera automática a los cuatro años. Lo de Obaca parece chiste, pero la tiene clara; un contrato es un acuerdo voluntario cuyas cláusulas generan distintos incentivos a que las partes firmantes se comporten de una u otra manera.
El propio John Maynard Keynes advirtió en su Teoría general: «El espectáculo de los mercados de inversión modernos me ha llevado algunas veces a concluir que la compra de una inversión debe ser permanente e indisoluble, como el matrimonio, excepto por motivo de muerte o de otra causa grave, y esto será un remedio útil para nuestros males contemporáneos; porque tal cosa forzaría a los inversionistas a dirigir su atención solamente a las oportunidades de largo plazo; pero un pequeño examen de este recurso nos lleva a un dilema y nos muestra cómo la liquidez de los mercados de inversión, a menudo facilita, aunque algunas veces impide, el curso de las nuevas inversiones».
En el transcurso del ejercicio intelectual, comprendió el padre de la macroeconomía la profunda analogía que existe entre los mercados de acciones y el matrimonio. Después de todo y de acuerdo con el nuevo Código Civil, incluso la mera convivencia habilita el derecho de reclamar participación en los bienes gananciales que genera la sociedad que forma la pareja, de modo que quien establece un hogar no hace otra cosa que diversificar riesgos, como quien compra acciones de paraguas y bronceadores al mismo tiempo.
Pero, claro, si ese contrato civil no se vence y en el ínterin cambian de manera desigual las productividades, o la suerte de los novios, aparecerán fuertes incentivos a ocultar ingresos, o esconder gastos, como un modo de restablecer el equilibrio económico que existía al momento de estampar la firma.
Facundo Manes especulaba en una reciente conferencia sobre la «capacidad de engaño» como rasgo distintivo de nuestra especie, que correlacionaba notablemente con el desarrollo de la corteza prefrontal y por ende de la inteligencia.
El ocultamiento de ingresos funciona probablemente como una «cláusula de escape» del contrato civil que aumenta los incentivos a entrar. Si no fuera posible el engaño financiero, habría muchas menos parejas. Porque somos humanos.
Martin Tetaz es Economista, egresado de la Universidad Nacional de La Plata, especializado en Economía del Comportamiento, la rama de la disciplina que utiliza los descubrimientos de la Psicología Cognitiva para estudiar nuestras conductas como consumidores e inversores. Actualmente es Diputado Nacional.