Pasada la primera vuelta, y con la sorpresa de la elección en Buenos Aires, se precipitaron los debates sobre la salida del cepo, la corrección cambiaria, la insostenibilidad de los subsidios y el acuerdo con los holdouts, entre otros temas económicos.

Aunque los candidatos están en campaña y las precisiones no abundan, hoy, entre los economistas que asesoran a los dos presidenciables, la diferencia más importante no está ni en el diagnóstico, en el que hay bastante consenso, ni en las cosas que hay que arreglar, sino más bien en la velocidad de los ajustes.

Así, mientras Mauricio Macri insiste en que liberará el cepo el 10 de diciembre, lo cual implica que la devaluación se hará de una sola vez (shock), Daniel Scioli apunta a una salida más gradual, puesto que como han dejado entrever tanto el presidente del Banco Provincia, Gustavo Marangoni, como Mario Blejer, ex presidente del Banco Central y uno de los principales asesores del Gobernador, buscarán resolver el conflicto con los buitres y recuperar primero el acceso a los mercados financieros internacionales, para corregir las distorsiones cambiarías luego.

Esta apuesta a la normalización más lenta en el oficialismo, es compatible con la agresiva política de seguros de cambio que está llevando a la práctica el actual titular de la entidad monetaria, Alejandro Vanoli.

FUTUROS PARA TODOS Y TODAS

En la mayoría de las economías del mundo existen mercados de futuros en los que los importadores, por ejemplo, pueden cubrirse del riesgo que implica una futura devaluación, comprando dólares a una fecha cierta, por ejemplo a marzo del año próximo, a un precio fijado por el mercado. Hoy ese precio fluctúa en torno a los $10,50, de manera que si a marzo el dólar costara, por ejemplo, 14,50 pues quien vendió el futuro debería pagarle al comprador la diferencia de pesos necesaria para que este pudiera comprar los dólares al precio pactado; en nuestro ejemplo serían cuatro pesos.

En condiciones de libertad en el mercado de cambios, cualquier expectativa de devaluación estaría incluida en el precio actual del dólar; esto es: si la gente cree que en marzo habrá que pagar $14,50 por cada billete norteamericano, pues ése sería el precio hoy en el mercado (descontando la tasa de interés) porque si estuviera más barato, todo el mundo querría comprar los dólares hoy para ganar plata con la suba futura, y en cambio si estuviera hoy más caro, pues todo el mundo vendería las divisas para no perder plata cuando el precio baje en marzo.

El problema es que el dólar está fuertemente intervenido por el Gobierno (cepo) y entonces el mercado de futuros se convierte en un mercado de apuestas donde los ahorristas ponen sus fichas especulando con la insostenibilidad del mecanismo de administración de divisas.

En ese contexto, el precio de los dólares a futuro debería coincidir con las expectativas del mercado, pero para desafiar esas creencias el Banco Central viene jugando fuerte y vendiendo cerca de 600 millones de dólares futuros por día, a la módica suma de $10,50

DOS ESCENARIOS; SCIOLI VS MACRI

Si gana Scioli, entonces, o bien la devaluación se postergará o al menos suavizará, o en el peor caso tendremos un salto inflacionario en marzo cuando el Banco Central emita decenas de miles de millones de pesos para pagar los seguros de cambio que se están regalando en el mercado de futuros, en una remake de la estatización de deuda que hizo Cavallo en 1982.

La presentación judicial que hizo esta semana Alfonso Prat Gay, uno de los principales economistas de Macri, con el objeto de frenar la venta de dólares futuros del BCRA, parece confirmar que Macri efectivamente saldría del cepo antes de marzo y que por ende el dólar costará más de 10,50 para ese entonces. Claro que en este caso, y sobre todo si fracasa el pedido ante la Justicia, el nuevo Gobierno estará obligado o bien a conseguir dólares frescos del exterior, antes de la corrección cambiaria, o bien a aspirar los pesos que sobrarían en la economía, vía la colocación de un bono en el mercado local.

¿ENTONCES QUE PASARA?

Una política gradual que no sea creíble está destinada a fracasar y desembocar en un ajuste salvaje al final. Paradójicamente, si el plan recibe la confianza de los agentes económicos, basta el anuncio para producir los efectos económicos que busca, de manera instantánea. Una política gradual creíble, es en realidad un shock.

Por otro lado, un shock es un tiro único; si funciona la economía vuelve rápido al sendero de crecimiento con baja inflación, pero si fracasa puede que sea el final de la confianza en el Gobierno y se derrumbe la gobernabilidad.

Los resultados de la elección permiten inferir que la credibilidad de Scioli está en baja, lo que invalidaría sus chances de implementar un plan gradual.

Macri cuenta con la ventaja de que la gente cree que su política será más de shock, lo que le permitiría lograr los cambios necesarios en los comportamientos de los agentes incluso antes de que la corrección cambiaría tenga lugar, dejando espacio para un ajuste mas gradual.

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