El candidato se presentó con la recomendación de un sitio de internet para el que había trabajado ni bien salió de la Maestría en Finanzas de una prestigiosa universidad extranjera. Dijo que tenía experiencia operando derivados y el manager de la agencia de bolsa le explicó que ellos tenían como política invertir en activos de baja volatilidad y alta liquidez.
Durante la primera jornada de operaciones el flamante bróker ganó 50.000 dólares. Todavía con la adrenalina del raid final recibió la llamada de su jefe que le dijo solo cuatro palabras
“Felicitaciones Juan. Estas despedido”
Sin poder recuperarse del shock, Juan Marcos pidió el motivo y recibió una contestación que no se esperaba.
“Mirá Juan, fuimos claros cuando te contratamos; la política de la compañía es operar sin tomar riesgos excesivos y la única posibilidad de que hayas ganado 50.000 en un solo día de operaciones es que hayas tomado demasiados riesgos. En esta empresa juzgamos los comportamientos.En contextos estocásticos los resultados son un accidente y vos simplemente tuviste la suerte de estar del lado correcto de la moneda, pero con esa actitud otro día podrías hacernos perder una fortuna y no podemos permitir que eso ocurra”.
Sesgo de resultados
El nombre es inventado, pero la historia es verídica. Me la contó el otro día en la presentación de “Casual Mente”, el Economista Claudio Zuchovicky, experto en el mundo bursátil, cuando estaba explicando el “sesgo de resultados”; un hallazgo de la Psicología Cognitiva que demuestra que por el diseño evolutivo de nuestro cerebro caemos presas una y otra vez del error sistemático de juzgar la calidad de las decisiones, a partir del resultado obtenido y no del proceso que llevó ala misma.
El sesgo tiene que ver con la voracidad de nuestro cerebro por encontrar patrones, relaciones, y características que hagan más comprensible el mundo que nos rodea. En contextos absolutamente determinísticos, nuestra inteligencia nos permite captar rápidamente las regularidades, pero en un escenario azaroso, los ruidos aleatorios nos pueden confundir, puesto que por culpa del azar es perfectamente posible que se obtengan buenos resultados, a partir de decisiones equivocadas y que acabe en fracaso un proceso en el que se ha hecho todo bien.
El problema es que no estamos preparados ni cognitiva ni culturalmente para evaluar las decisiones despojados de los resultados. Entonces caemos presa una y otra vez deese sesgo descubierto por los científicos sociales Jonathan Baron y John Hershey,de la Universidad de Pensilvania
Probablemente por esa característica ruidosa de los procesos decisorios, el psicólogo Ward Edwards, padre de la teoría comportamental de la decisión, decía: “Una buena decisión no puede garantizar un buen resultado. Todas las decisiones reales se toman con algo de incertidumbre. Una decisión es por lo tanto una apuesta y la evaluación de si es una buena o una mala apuesta debe depender de las probabilidades y los pagos asociados, no de los resultados”
¿Cómo juzgar entonces los pronósticos económicos?
En la medida que existe azar, no es posible construir un modelo que genere predicciones determinísticamente. Por el contrario, un buen pronosticador será aquel que “en promedio tenga razón”, aunque de manera estocástica cometa errores. Mientras que alguien que analice un fenómeno de manera incorrecta cometerá desvíos sistemáticos en su análisis.
Me gusta ilustrar el punto con el debate en torno a la decisión de los productores agropecuarios de no liquidar la cosecha a principios del año pasado, porque existía una fuerte expectativa de devaluación de la moneda, que superaba la inflación esperada para los próximos meses. La Presidenta, como es sabido, criticó la medida y no faltaron incluso economistas que abusando del “diario del lunes” cuestionaron la decisión de los sojeros, considerándola equivocada y esgrimiendo como prueba el argumento de que “si hubieran liquidado la cosecha en tiempo y forma, no habrían perdido el 35% que tuvieron que sacrificar por los menores precios internacionales de la oleaginosa”.
Obviamente el argumento adolece del sesgo de resultados. La forma ideal (aunque fácticamente imposible) de juzgar la decisión de los productores habría sido la de repetir la misma decisión en 100 o 1000 oportunidades similares en las que hubiera habido una expectativa similar de devaluación en un contexto parecido, de alta inflación. En retrospectiva el análisis correcto es el de preguntarse si efectivamente existía algún modo de prever la baja en el precio del producto que se retuvo sin vender (mirando la cotización de los futuros por ejemplo). Si la respuesta es que la baja era previsible y que su magnitud era superior a la diferencia entre la devaluación esperada y la tasa de inflación esperada, la conclusión sería que la decisión fue incorrecta. Pero si como sostenía Ward Edwards, las probabilidades indicaban otra cosa, pues la estrategia de los productores fue correcta aunque haya terminado mal.
Sé que sigue sonando contra intuitivo que una decisión que acaba en un mal resultado pueda ser juzgada como buena, pero a nadie se le ocurriría pensar que quien contrató un seguro contra granizo tiró el dinero a la basura porque la piedra, a la postre, nunca cayó.
Más aún. En tanto y en cuanto los agentes reaccionan a los pronósticos cambiando sus decisiones, tampoco sería posible juzgar los vaticinios por sus resultados. Esta imposibilidad es metodológicamente equivalente a la que esgrimía Lucas en su famosa “Crítica”
El mejor ejemplo es el diagnóstico de muchos economistas que el año pasado, viendo la caída sostenida de las reservas y el cierre de los mercados financieros por el default, pensábamos que el tipo de cambio no aguantaría el atraso y que el dólar paralelo reflejaría esa tensión. Pero cuando la nave se dirigía directo al iceberg, la Presidenta cambio el rumbo, echo al Presidente del Banco Central y el nuevo responsable de la entidad salió a respaldar la moneda con seguros de cambio, al tiempo que (siguiendo lo que algunos recomendamos) gestionaba un préstamo en China (los famosos swaps) para tapar el agujero de divisas.
Por eso paradójicamente, la mejor manera de analizar un pronóstico económico es juzgado su solvencia argumentativa, sin mirar lo que ocurra al final, porque en contextos estocásticos, el resultado es un accidente.
Martin Tetaz es Economista, egresado de la Universidad Nacional de La Plata, especializado en Economía del Comportamiento, la rama de la disciplina que utiliza los descubrimientos de la Psicología Cognitiva para estudiar nuestras conductas como consumidores e inversores. Actualmente es Diputado Nacional.