La idea de que el resultado electoral está influido por la economía no es nueva ni tampoco se trata de un fenómeno idiosincrático.
Valdimer Key en los ’60 y Gerald Kramer en los ’70 publicaron sendos trabajos académicos en los que demostraron empíricamente que cada 10 puntos que crecía el PBI la intención de voto del oficialismo subía entre 4 y 5 puntos porcentuales.
El tema siguió siendo estudiado por mucho tiempo y los resultados empíricos corroborados una y otra vez en los trabajos de Happy, Calum, Tufte, Kristen y Erickson y más recientemente Lewis Beck y Stegmaier.
En Sudamérica el tema fue abordado por Hugo Borsani, Rodrigo Cerda para Chile y Osvaldo Meloni para Argentina de los 90, siendo el trabajo de Marcelo Leiras desde la Ciencia Política, el más reciente.
En este artículo me propongo entonces estimar el resultado electoral de las próximas elecciones a partir de encuestas no electorales, sino de percepción sobre la situación económica y expectativas de los votantes.
La primera relación interesante es la que, basada en el paper que en el 2001 escribieron Di Tella, MacCulloch y Oswald (link acá)
Ellos encuentran que el desempleo pesa más que la inflación en la felicidad de la gente, en una proporción de 1,7 a 1, lo que quiere decir que si un gobierno logra bajar el desempleo 10%, la gente tolerará un 17% de inflación adicional, sin que se modifique su nivel de felicidad, en una relación que podríamos denominar “Curva de Phillips subjetiva”.
No obstante, contrariamente a lo que muchos podrían pensar, no existe una correspondencia necesaria entre felicidad y apoyo al Gobierno.
Como demuestro en este paper (link acá) aunque en Argentina el apoyo al Ejecutivo pasó del 45,29 que obtuvo Cristina Fernandez en su primera elección del 2007, al 54,11 que cosechó en 2011, pasando por el 30,7% que obtuvo el FPV en las legislativas del 2009, la felicidad no cambió de manera significativa en el ínterin y de hecho Menem fue reelecto en 1995, en circunstancias en que la población reportaba menores niveles de felicidad que los que había en 1991.
Motivado en el resultado de Di Tella y sus colegas, lo que hicimos entonces fue construir una base de datos con el Índices de Demanda Laboral que confecciona la Universidad Di Tella (link acá), sumado al índice de salarios del INDEC (ver el índice acá) y el IPC (7 provincias hasta el 2011 , luego Congreso ).
A esos datos le sumamos los relevamientos de imagen de Cristina de Kirchner, que publica con periodicidad casi mensual la consultora Management and Fit, desde octubre del 2007 (link acá a la consultora) .
Luego analizamos econométricamente esa información arribando al siguiente resultado: cada 1% que crece la demanda laboral, mejora la imagen de la Presidenta un 2,25% mientras que por cada 1% de suba del salario real (logaritmo del índice de salarios, menos logaritmo del IPC), aumenta la imagen positiva en un 1,74%.
Partiendo de esta base, la imagen estimada para Cristina (buena + muy buena), dado los últimos valores conocidos de esas variables es de 43,2 puntos.
Sin embargo, de acuerdo a la última medición de Managment and Fit, la Primera Mandataria solo goza de una imagen positiva del 30,5 de modo que o bien la gente percibe la situación económica peor de lo que está, o existe algún otro factor no económico erosionando su reputación (por ejemplo choque trenes, corrupción, inseguridad, etc.)
Ampliamos la estrategia empírica entonces y construimos ahora otra base, no ya con datos duros sobre el estado de la economía, sino con los indicadores subjetivos provenientes de las encuestas de expectativas de inflación (IEI) y de confianza del consumidor (ICC) que confecciona también la Universidad Di Tella.
Aparece ahora una mayor precisión predictiva del modelo, captada por el hecho de que ambas variables permiten explicar el 73% de los cambios en la imagen de Cristina Kirchner.
Más precisamente, cada punto porcentual que mejora la confianza de los consumidores, sube 2,26% la imagen de la Presidenta, al tiempo que si aumenta un 1% la expectativa de inflación, caen un 0,55% las buenas opiniones de Cristina.
Usando esa ecuación y los valores de esas variables correspondientes al mes de julio, arroja una imagen de 34,41 mucho más cercana a la última medición de Management and Fit, lo que prueba que Clinton estaba equivocado cuando pronunció la famosa frase “Es la economía, estúpido”, puesto que debió haber dicho “Son las expectativas económicas, estúpido”.
Finalmente, si tenemos en cuenta la correlación entre la imagen de Cristina y su resultado electoral, en las tres elecciones de las que fue parte (directa o indirectamente), resulta que el Gobierno presenta un piso de 21,64 puntos y cosecha 0,44 adicionales por cada punto de buena imagen, de modo que usando la estimación de imagen que acabamos de calcular que debería tener la presidenta a partir de las expectativas económicas de los agentes (34,41),el oficialismo debería alzarse con el 37,01% de los votos a nivel nacional
Podemos decir, por lo tanto, que ese es el resultado económicamente esperable, siempre hablando a nivel país y dadas las expectativas económicas actuales de los agentes. Cualquier diferencia con el resultado final, deberá ser atribuida exclusivamente a otros factores (la política, el marketing electoral, los candidatos, etc.) que, aunque menos importantes, todavía explican el 27% de los cambios en la imagen.
Martin Tetaz es Economista, egresado de la Universidad Nacional de La Plata, especializado en Economía del Comportamiento, la rama de la disciplina que utiliza los descubrimientos de la Psicología Cognitiva para estudiar nuestras conductas como consumidores e inversores. Actualmente es Diputado Nacional.