Un mar de plástico cubre las aguas del arroyo Las Piedras, en Quilmes, donde una vez por semana una pala mecánica mete su brazo en el cauce hasta que completa un camión de basura. La acumulación se produce porque el asentamiento instalado a pocos metros del agua no está servido por ningún sistema de recolección público ni privado, entonces la gente arroja la basura directamente por la ventana, hacia el canal.
Pocos metros más adentro las viviendas son de material, pero el Estado tampoco llega y los vecinos tienen un curioso método privado de recolección; dejan las bolsas en la puerta y esperan que los carreros con tracción a sangre las junten para que después las vuelquen sobre la banquina del puente, a la espera de que el municipio, rápido para cobrar impuestos, pero lento para trabajar, se digne juntarlas.
En el extremo norte del gran Buenos Aires la promesa de cloacas de Sergio Massa celebra sus 15 con algunos camiones atmosféricos que desagotan directamente al Reconquista, mientras a pocos metros un empleado municipal con tiempo disponible, muestra sus destrezas haciendo willy con una retroexcavadora pequeña, después de usarla para armar una montaña de basura, que prode fuego en una basural a cielo abierto, a escasos metros de la plaza donde juegan los chicos del barrio Cina Cina, a minutos del centro de Tigre, donde los perros compiten por la basura con media docena de potrillos famélicos, que en poco tiempo traccionarán los carros de los cirujas, pero que hoy juegan a ser mansas mascotas entre la gente.
Durante la noche empieza el calvario de las madres, porque la mitad de las viviendas de un sueño compartido se transformaron en pesadilla; un elefante blanco abandonado y detonado, más parecido a una ciudad ucraniana bombardeada, es el refugio de los transas que venden drogas y atemorizan al barrio.
Los casos de corrupción son notorios, pero en La Matanza reside el rey; Fernando Espinosa, el único intendente que fue capaz de robarse un censo, adulterando los datos del relevamiento del 2010 para que su ciudad recibiera 30.000 millones de pesos más de coparticipación. Ese dinero descansa en un plazo fijo y solo gotea para financiar la industria más próspera del condado; las pintadas a favor de Cristina.
Al mismo tiempo, en pleno centro de la ciudad, el hospital materno infantil Luisa Germani es una cascara prácticamente vacía donde la ausencia de especialistas produce el colmo de que estén suspendidos los turnos de atención pediátrica. Un edificio espectacular manejado por trabajadores precarizados en cooperativas, donde la internación de chicos en el primer piso también está casi paralizada.
Para no desentonar, el intendente del lindero Merlo gasta una fortuna recibiendo a Messi y la copa en una burda parodia, pero la Unidad Sanitaria 28, del barrio Campanilla, un hermoso edificio inaugurado hace pocos años, tiene un candado y los vecinos no cuentan con ningún lugar cercano para la atención sanitaria.
En Morón, el hospital provincial está abierto, pero la gente es sometida a una cola inhumana que en muchos casos deberán repetir en tres oportunidades, siempre durante toda la noche; la primera para sacar el turno, la segunda para hacerse los análisis y la tercera para retirar los resultados.
No importa que la tecnología ya permita sacar turnos y retirar los estudios por WhatsApp, parece que los ciudadanos del conurbano no lo merecen. Cuartel V, en Moreno, es una brasa de inseguridad durante todo el día y peor aún durante la noche. El riesgo de sufrir un accidente de tránsito compite con el de ser asaltado, porque en una de las esquinas más transitadas de la avenida Derqui, hace literalmente 20 años que los vecinos piden un semáforo que permita el giro de los colectivos por La Escultura, pero en el gobierno a nadie le importa.
El riesgo físico es el padre nuestro de todos los días, sea para conservar la vida cuando se cruza la calle, sea para no arriesgarla por un celular. En el camino de cintura, el estado tampoco está, salvo para la demagogia.
Es que a pesar de ser uno de los principales conectores que atraviesan el segundo cordón del conurbano, en algunos tramos, como por ejemplo, a la altura de Esteban Echeverría, el asfalto se hunde convirtiéndose en zanjas, que ponen en riesgo la vida de los automovilistas.
Eso sí, desde fines del 2020, gracias a un proyecto de legisladores del Frente para la Victoria, fue rebautizado como Camino Diego Maradona. Los maestros en la escuela, los médicos y enfermeros en el hospital, los policías en la calle y los recolectores de residuos, en la vereda, son los verdaderos embajadores del estado ante la sociedad; la primera cara que los vecinos le ven a un gigante con pies de plomo que nos sale carísimo pero que en el conurbano no funciona.
Hay ejemplos exitosos de integración urbana y social en grandes ciudades de America Latina, como Bogotá, por ejemplo. También en materia educativa hay modelos que se pueden escalar, como el de la escuela técnica de la UBA en Villa Lugano; un récord nacional, donde el 95% de los alumnos vulnerables que empiezan, terminan (contra solo un 20% en otras escuelas) y se gradúan con un oficio luego de haber asistido con doble escolaridad y los mejores talleres.
En el interior del país, del otro lado de la ruta 6, también el Estado recupera músculo y las escuelas y hospitales funcionan mejor, en la medida que los intendentes están más cerca de la gente. Pero el Conurbano está roto y allí el Estado ausente es una estafa.
En los lugares donde el Estado se retira, la realidad se privatiza en los hechos; el control de las calles pasa a las organizaciones sociales clientelares durante el día y a las mafias cuando cae el sol. Los que pueden van a una escuela privada y los más privilegiados se atienden en una prepaga. Cada uno blinda su vivienda con lo que encuentra a mano y mucha gente opta por armarse para defender lo poco que tienen.
Este modelo está produciendo una sociedad cada vez más fragmentada y estratificada, donde resulta peligroso vivir. Nadie que se meta en política puede ignorarlo. El Conurbano, es la prueba final del fracaso de un modelo de país basado en la sustitución de importaciones, que estafó a mucha gente invitándola a vivir en un sistema económico inviable e insostenible, sin planificación de desarrollo urbano, combinado con lo peor de una estructura política clientelar y corrupta.
Martin Tetaz es Economista, egresado de la Universidad Nacional de La Plata, especializado en Economía del Comportamiento, la rama de la disciplina que utiliza los descubrimientos de la Psicología Cognitiva para estudiar nuestras conductas como consumidores e inversores. Actualmente es Diputado Nacional.