La noticia de la semana fue el record de casos de COVID, que ascendió el viernes a 24.130 detectados, contrastando con los 18.326 del 21 de octubre pasado y con los 12.936 del viernes de hace dos semanas. Tener más casos que en el pico anterior, sin embargo, nos dice bastante poco y de hecho no se trata de un record de contagios, porque estamos testeando casi el triple que antes (90.657 test este viernes vs 38.340 del 21 de octubre). Es obvio que, a igualdad de contagios, se detectan mas si se testea mas y por eso es tan importante evaluar la positividad, que en el pico anterior era de 47,8% y que ahora es de 26,6%. Pero tampoco se pueden comparar las positividades si en el medio hay un cambio sesgado en algún sentido, en la estrategia de testeo. Por ejemplo, si ahora se hacen masivamente test a los turistas que regresan a la ciudad de buenos aires, no solo se van a encontrar más casos, sino que va a caer la positividad porque antes iban a testearse los sintomáticos y los que tenían sospechas por contactos estrechos y ahora se incluye a muchos que no pertenecen a ese conjunto y que obviamente tienen menos chances de estar contagiados. Es importante entender que estas conclusiones surgen por razones estadísticas, que no tienen nada que ver con la medicina ni con el virus; lo mismo pasaría si estuviéramos tratando de evaluar el cambio en el apoyo popular a las medidas del gobierno, en base a encuestas sesgadas.
El riesgo de entrar en pánico con un número que no refleja la realidad es que se toman decisiones equivocadas, con impacto en la economía, pero sobre todo en la confianza y autoridad del gobierno. ¿Qué hacemos, por ejemplo, si el supuesto record del viernes es en realidad un efecto del mayor testeo y la curva real de contagios avanza hasta niveles de positividad como los de octubre pasado, dejándonos en mayo con picos cercanos a los 50.000 casos diarios? Nunca desde que empezó la pandemia el Gobierno mostró una sola proyección de lo que esperaba con las medidas y debería hacerlo, porque de otro modo las agota, si la gente percibe que no sirven.
No quiero ser alarmista, pero hago el punto porque, aunque no podamos comparar el pico de la semana pasada con el de octubre y no tengamos la menor idea sobre si efectivamente hay mas casos que entonces, lo que queda claro es que hay casi el doble de casos que hace dos semanas y no hubo en los últimos 15 días un cambio drástico en la estrategia de testeos. Es cierto, no obstante, que es posible que los feriados de la semana anterior hayan alterado el timming en el que la gente se fue a testear y tal vez algunos de los casos diagnosticados la semana pasada, hubieran sido detectados en semana santa; algo que terminará de dilucidarse por estos días. Pero más allá de esa sintonía fina, pasamos de 14,7% de positividad el viernes 26 de marzo, al 26,6% el viernes pasado, lo que implica una tasa de crecimiento semanal del 34,5% (proxy de un R=1,345). A ese ritmo el sistema de salud colapsa en cuestión de semanas.
En Holanda, conscientes de las limitaciones del testeo con fines epidemiológicos (la relevancia a efectos diagnósticos no está en discusión), agregaron la medición del virus en muestras cloacales, porque estiman que el 40% de los contagiados tienen presencia de covid en materia fecal y esa concentración es previa incluso a la aparición de síntomas y obviamente independiente de la decisión de testearse. Los científicos de los países bajos toman muestras en 315 plantas de tratamiento cloacal, consiguiendo además un detallado mapa de donde está el virus. Calibrar los modelos epidemiológicos en base a estos datos permite saber además que se puede esperar en materia de evolución de la curva en cada escenario de política.
Si tuviera datos de esa calidad, el gobierno podría por ejemplo decirle a la población; “al ritmo que venimos, si no hacemos nada, habrá 50.000 casos en mayo, pero con X medida esperamos reducir la pendiente de la curva y recortar la proyección a 40.000 casos”. Si procediera de esa manera evitaría el pánico si efectivamente se producen esos 40.000 contagios diarios y generaría confianza en sus medidas, aumentando el cumplimiento de las futuras disposiciones. Pero si continúan improvisando como hasta ahora, sin mostrar el modelo epidemiológico en el que basan sus decisiones y sin dar números concretos de lo que esperan que ocurra con cada medida, lo único que lograrán es consumir el escaso crédito que les queda, perdiendo poder para coordinar las medidas que podrían salvarnos del desborde del sistema de salud y de lamentar más muertes, incluso cuando esas medidas estén funcionando.
Martin Tetaz es Economista, egresado de la Universidad Nacional de La Plata, especializado en Economía del Comportamiento, la rama de la disciplina que utiliza los descubrimientos de la Psicología Cognitiva para estudiar nuestras conductas como consumidores e inversores. Actualmente es Diputado Nacional.