El 16 de julio de 1989 salió el 114 y saltó la banca de la quiniela nacional porque una gran masa de apostadores, de esos que buscan señales divinas en cada dato, le habían apostado a la inflación de junio que esa tarde había dado a conocer el INDEC y había sido del 114%
Casi un año antes, con la inflación en 27% mensual el gobierno de Alfonsín anunciaba el plan primavera, que con una combinación de control de precios, dólar que aumentaba solo 4% por mes y política monetaria mas dura, tuvo éxito en contener la inflación que fue bajando hasta el 5,7% en noviembre.
En diciembre del 88 la emisión se disparó por razones estacionales y porque el Presidente ya no podía contener los aumentos salariales, el dólar fue quedando atrasado y el BCRA perdió un tercio de sus reservas hasta que el fatídico 6 de febrero soltó el tipo de cambio que se fue hasta los 23 australes por dólar.
La desmonetización de la economía se aceleró y los depósitos en plazo fijo, que habían crecido un 44% en términos reales desde el inicio del plan, hasta el pico de febrero de 1989, pegaron la vuelta 2,8% en marzo, cayeron 17% en abril, colapsaron 26% en mayo, 18% en junio y tocaron fondo perdiendo el 30% en julio. Punta a punta en cinco meses se fueron 2/3 de los depósitos a plazo, yendo obviamente al dólar, que en la previa de las elecciones del 14 de mayo ya cotizaba a 100 australes y que duplicó su precio en las dos semanas posteriores a la derrota radical.
El derrumbe en la demanda de dinero que se había manifestado en la salida del 66% de los depósitos en australes y en la multiplicación del precio del dólar por ocho desde la liberación de febrero, exponenció los precios. La inflación pasó del 9,6% en febrero al 17% en marzo, volvió a duplicarse trepando 33,4% en abril y 78,5% en mayo. La hiper ya se sentía en junio y fue récord en julio con el 196,6% de inflación en un mes.
Por eso, cuando bajó la espuma de los primeros meses de Menem, en los que la inflación cedió hasta el 9,4% en septiembre y los plazos fijos se recuperaron, creciendo 66% hasta noviembre, Herman González fue tan categórico y recibió a los ahorristas con el Bonex en año nuevo, cuando vio que se hundían 35% los depósitos en diciembre. La inflación se había acelerado al 40% ese mes y fue del 79,2% en enero, siguió alta en febrero y marzo, pero sin liquidez colapsó en abril al 11,4%.
La historia viene a cuento de que el dólar araña los $200 porque el billón y medio de pesos que el BCRA le emitió al tesoro para pagar la cuarentena rebalsa por todos lados, pero aunque todavía no colapso la demanda de dinero, empiezan a aparecer señales delicadas. Los plazos fijos, que venían creciendo de manera sostenida, perdieron un 3,5% nominal en el ultimo mes y 6,2% si tenemos en cuenta la inflación. La demanda de dinero transaccional también se frenó y aunque se estabilizó nominalmente en octubre, pierde 6,9% en términos reales, en relación con el pico de agosto
Lo que las hiperinflaciones no enseñan es que cuando colapsa la demanda de dinero no hay tasa ni precio del dólar que frene la corrida. Entre febrero, ya con dólar libre y fines de mayo del 89, el precio del billete se multiplicó por 10 y aun así la gente seguía retirando depósitos y yendo al dólar. Lo primero que hizo Menem al asumir fue fijar el dólar en 650 australes; casi el triple que el precio pos electoral. Para el 10 de diciembre ya estaba en 1000 y cuando se calmó la segunda hiper, en abril del 90, había que pagar 5.200 para conseguir un verde.
La respuesta óptima no es obvia, pero si la brecha crece comerá reservas y depósitos, en una doble Nelson mortal. Lo primero porque ya vimos que en septiembre crecieron insólitamente las importaciones en el medio de la recesión, algo que solo se puede explicar en adelantos de compras para aprovechar la promo del dólar barato. Lo segundo porque la brecha aumenta la expectativa de devaluaciones futuras haciendo que la tasa de los plazos fijos resulte insuficiente para tentar a los ahorristas.
Pasar una parte de la oferta del mercado oficial al paralelo (exportaciones promocionadas) bajaría brecha, subiendo el oficial (por menor oferta) y bajando el contado con liquidación y dólar bolsa, por la razón contraria.
Corregir el precio del dólar oficial va a acelerar indudablemente la inflación, porque hoy ese valor opera como dique de contención de la emisión, pero es un buen precio a pagar si rompe hacia delante las expectativas de devaluación.
Formalizar el desdoblamiento aumentaría la oferta y también bajaría el precio de los dólares alternativos porque simplificaría el acceso a ese mercado para que los 7 millones de argentinos que compraron 50.000 millones en los últimos 30 meses, puedan venderlos a buen precio (hoy solo pueden operar 400.000 cuentas comitentes con saldo en el dólar MEP).
El riesgo de mantener la actual política sin cambios es que la crisis cambiaria se transforme en bancaria y colapsen los depósitos. Si eso ocurre, como vimos en 1989 y 1990, la hiper será inevitable, porque todos los pesos que hoy están atrapados en pases y leliqs irán contra el dólar y los bienes durables de la economía, forzando al gobierno a tener que elegir entre monetizar la salida de depósitos o poner un corralito.
Martin Tetaz es Economista, egresado de la Universidad Nacional de La Plata, especializado en Economía del Comportamiento, la rama de la disciplina que utiliza los descubrimientos de la Psicología Cognitiva para estudiar nuestras conductas como consumidores e inversores. Actualmente es Diputado Nacional.