La escena estaba ambientada en el buffet de la Universidad de Princeton, donde un introvertido John Nash procrastinaba su tesis compartiendo cervezas con sus amigos, en circunstancias en que hace su ingreso al bar la chica más popular de la facultad; una rubia despampanante que sacaba los instintos más básicos de los hombres que cruzaba a su paso.
Mezcla de rugbier y Marlon Brando, el “ganador del grupo” se levantó de su silla como un resorte y pronunció el desafío para justificar la competencia por la chica favorita: “Parafraseando a Adam Smith, en la persecución del bienestar individual por parte de cada individuo del grupo se garantiza el máximo bienestar social”.
Nash meneo la cabeza de lado a lado en claro signo de desaprobación y derrochando soberbia dijo: “Incorrecto. Adam Smith estaba equivocado… en la búsqueda del bienestar individual, se maximiza el bienestar del grupo, solo si cada uno de los participantes de ese juego tiene en cuenta la reacción de los demás individuos, ante su estrategia”.
Los amigos lo miraron con desconfianza, sospechando que la retórica solo buscaba confundir a los otros contendientes, para ganar tiempo con la rubia, pero el padre de la Teoría de los Juegos continuó con la explicación: “Si todos nos abalanzamos sobre la más bonita, ella se sentirá altamente valorada y nos ignorará uno por uno… luego cuando queramos invitar a sus amigas a bailar, también nos darán la espalda, porque a ninguna le gusta ser la segunda opción… pero si en cambio nadie encara a la más linda y cada uno prueba directamente con una de sus amigas, acabaremos la noche con una chica cada uno”.
EL EQUILIBRIO DE NASH
La representación forma parte de la caricatura de Nash que ofrece la película “Una mente brillante”, pero la contribución principal de este genial matemático que obtuviera en 1994 el Premio Nobel de Economía, es el concepto de equilibrio de Nash; la idea de que en cada comportamiento estratégico, en cada negociación en la que no importa sólo lo que hagamos nosotros sino sobre todo la reacción de nuestros contendientes, existe una estrategia posible que le saca el máximo provecho a la interacción en el sentido de que no es factible mejorar nuestra posición, optando por otra estrategia diferente. Cuando cada uno de los que negocia elige su estrategia de suerte tal que nadie puede mejorar su situación cambiando de planes, pues se dice que se ha arribado a un “equilibrio de Nash”, puesto que nadie tiene incentivos a modificar su comportamiento unilateralmente.
APLICACIONES
Los avances en la comprensión de la interacción estratégica tuvieron un notable impacto en la Economía y la Ciencia Política, con particular importancia porque permitieron navegar las complicadas aguas de la guerra fría y muchos piensan que incluso gracias a esos descubrimientos se evitó una tercera guerra mundial.
Hoy en día, desde las negociaciones en materia de comercio internacional, hasta las subastas de adjudicación de frecuencias como el 4G, pasando por la regulación de oligopolios y el estudio de la competencia de los partidos políticos, se hace con modelos de teoría de los juegos que modelan los comportamientos estratégicos de las partes.
JUEGOS PSICOLOGICOS Y COMPORTAMENTALES
No obstante la profunda influencia que tuvo y tiene el pensamiento de Nash, los desarrollos más recientes en economía del comportamiento muestran que esos modelos que postulaban individuos que actuaban sin emociones y con una racionalidad extrema, si bien pueden ser útiles para comprender el comportamiento de las empresas e incluso de los gobiernos, necesitan ser actualizados para dar cuenta de las reacciones y actitudes de los individuos, porque lo que los experimentos en psicología cognitiva muestran es que cuando las personas interactúan estratégicamente, muchas veces no se comportan como predicen los modelos basados en las ideas de Nash.
Por ejemplo, en el juego del dilema del prisionero, donde la teoría predice un comportamiento egoísta y no cooperador por parte de las personas, mucha gente desafía esas premisas demostrando niveles de solidaridad, empatía y la preeminencia de valores morales, por encima del lucro económico.
Supongamos que usted tiene que dividir un pozo acumulado de 100.000 pesos, con otro participante, indicando en secreto si prefiere dividir 50.000 para cada uno, o traicionar la confianza de su compañero y quedarse con los 100.000. De acuerdo a las reglas si ambos optan por cooperar y dividir el botín, se quedan con 50.000 cada uno, pero si uno de los dos elige no cooperar y prefiere robarse el dinero, se alza con los 100.000 dejando a su compañero sin nada. Pero claro, si ambos se pasan de egoístas e intentan robar el premio simultáneamente, los dos se van a casa sin nada. No se trata de un ejercicio hipotético; estas son las reglas de un popular juego de la televisión inglesa llamado “Golden Balls”. ¿Usted qué haría si lo invitan al programa? Dividiría las ganancias u optaría por no cooperar para intentar llevarse a casa todo el premio?.
Resulta que las investigadoras sociales Donja Darai y Silvia Gratz, de la Universidad de Zurich, analizaron 222 episodios de ese show y observaron que, contrariamente a lo que predecía el equilibrio de Nash, el 54,5 por ciento de los participantes elegían cooperar.
Una bocanada de aire fresco que demuestra que por fortuna los humanos no somos tan racionales como Nash pensaba.
Martin Tetaz es Economista, egresado de la Universidad Nacional de La Plata, especializado en Economía del Comportamiento, la rama de la disciplina que utiliza los descubrimientos de la Psicología Cognitiva para estudiar nuestras conductas como consumidores e inversores. Actualmente es Diputado Nacional.