No sorprendieron ni las casi 4 horas de alocución ni prácticamente nada del contenido. El discurso de la Presidenta (en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso) repitió por enésima vez los mitos constituyentes del relato; abundó en las exageraciones y las verdades a medias, como acostumbra hacer.
En lo económico, el eje estuvo puesto, como siempre en los últimos años, en dar la sensación (falsa) de que el país ha logrado cambiar la estructura productiva generando un proceso de industrialización que además ha diversificado la estructura productiva.
Cristina dijo textualmente: “Lo cierto es que la Argentina comenzó a reindustrializarse y hoy la Argentina tiene la participación, su industria en la producción del PBI más importante de la región, 20% del PBI nacional es producto de la industria y de trabajo industrial. Nos sigue México con 17%, Perú con 14, Brasil con 12, Colombia con 11 y Chile con 10”.
Pero los números dicen otra cosa. En 2013, la participación de la industria alcanzó el 15,8% y en los primeros tres trimestres del 2014 el sector sólo representó 14,4% del total del valor agregado.
Si miramos en perspectiva, vemos que además, en los últimos 10 años, prácticamente no se modificó el peso específico de la producción industrial y sin embargo la participación del sector de intermediación financiera pasó de explicar el 2,8% de la actividad económica, al 6,1, más que duplicando su peso en la estructura.
A una conclusión similar se arriba si uno mira la evolución del estimador mensual industrial (EMI) que publica el INDEC, puesto que creció un 49,2% entre 2004 y 2014, cuando el PBI según la misma fuente se expandió 62,8%. Mirando esos datos, uno concluye que la industria, aunque creció en términos absolutos, es hoy menos importante relativamente en la economía del país. Nobleza obliga, sin embargo, aclarar que es probable que esa desindustrialización aparente sea sólo un fenómeno resultante de la adulteración de los índices de precios del otrora prestigioso organismo estadístico.
Me explico. En el caso de la producción de bienes tangibles es fácil aislar los efectos de la inflación porque uno simplemente puede contar la cantidad de autos, la cantidad de mesas, la cantidad de productos textiles, etcétera. Pero con los servicios es más difícil, porque no hay unidades físicas y entonces el nivel de producción se corresponde con el nivel de facturación. El problema es que como el INDEC no reconoce la inflación real, supone que el crecimiento que se observa en los niveles de facturación de las empresas que prestan servicios se da porque las firmas trabajan más y no porque en realidad producen lo mismo, pero lo venden más caro. La subestimación de la inflación conduce de ese modo a la sobreestimación de la actividad en el sector servicios. Es probable, de hecho, que buena parte del espectacular crecimiento del sector financiero sea en realidad una distorsión resultante de este toqueteo de los precios.
En conclusión, no cambió la estructura productiva ni se produjo ningún proceso de reindustrialización. Más aún, tampoco se diversificó la estructura productiva porque ese crecimiento de la industria estuvo motorizado fundamentalmente por el sector automotriz. En 11 de las 12 ramas en que se divide la industria, el crecimiento promedio fue del 39% desde el año 2004, mientras que el sector automotriz, la estrella del modelo, se expandió un 154%. Puesto en castellano: la industria está hoy mucho menos diversificada que hace 10 años, habiéndose concentrado notablemente en la producción de autos.
Por esta razón es que Argentina enfrenta nuevamente una restricción externa que se manifiesta en la pérdida del superávit comercial y en la escasez de dólares, porque cada vez que crece la economía la gente quiere consumir cosas que nosotros no producimos, presionando sobre las importaciones, y porque nuestras exportaciones industriales dependen de un solo bien (autos) que vendemos a un solo país (Brasil), de modo que cuando nuestro único socio importante deja de comprarnos el único producto que nos compra, colapsa nuestra economía.
HACIA DONDE VAMOS
Las falsedades e imprecisiones en el discurso presidencial no se agotan en lo mencionado. La gente de Chequeado.com, que rigurosamente escruta los dichos de políticos con la realidad, analizó 20 frases de la Presidenta encontrando que sólo 4 (el 20%) eran verdaderas.
En particular, navegando en el mar de números y palabras de Cristina, me llamó la atención la referencia a la cuestión de la deuda.
“Señoras y señores legisladores, compatriotas: hemos desendeudado definitivamente a la República Argentina. Ya nunca más habrá gobiernos que tengan que tomar deuda para pagar deuda, si nos endeudamos que sea para obras de infraestructura, para proyectos de crecimiento del país, para que puedan disfrutar los argentinos, pero no para ganancia del sector financiero internacional”, dijo la Presidenta.
Más allá de que no hubo tal desendeudamiento, sino una transferencia de la deuda del Tesoro al ANSES y al Banco Central, es interesante la declaración porque el 3 de octubre habrá que pagar 6.000 millones de dólares del BODEN15 y si Cristina es coherente con sus palabras, no saldrá a colocar nueva deuda para afrontar esa exigencia, sino que deberá usar las exhaustas reservas del BCRA, dejando a la moneda del país sin respaldo en el último trimestre del año.
Algunas fuentes me dicen que el Gobierno está negociando un préstamo (tipo swap de reservas) con Brasil. Espero que sean ciertas y que ese dinero fresco sirva para tapar el agujero que dejará el pago del mencionado vencimiento.
Martin Tetaz es Economista, egresado de la Universidad Nacional de La Plata, especializado en Economía del Comportamiento, la rama de la disciplina que utiliza los descubrimientos de la Psicología Cognitiva para estudiar nuestras conductas como consumidores e inversores. Actualmente es Diputado Nacional.