Juro que el tuit no buscaba generar la menor controversia; mucho menos herir susceptibilidades ni poner en discusión las capacidades de las mujeres en el mercado laboral. Todo lo contrario. Soy un convencido de que el mundo está cambiando paramejor, con una mayor participación de ellas, lo que conduce a una reconfiguración drástica de las relaciones sociales, tal y como he explicado en este post

Por esta razón y como un aliento a que continúen participando cada vez más en los mercados de trabajo y sobre todo en los procesos de acumulación de capital humano y social,  exigiendo en las negociaciones lo que por derecho propio les pertenece, escribí este  saludo del Día de la Mujer, el pasado 8 de marzo

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Para mi sorpresa el mensaje generó una notable polémica, por lo que me pareció interesante repasar con la evidencia científica internacional y los datos sobre Argentina, los determinantes de las diferencias salariales atribuibles al género.

Analizando los datos de la última encuesta permanente de hogares (EPH) que efectúa el INDEC (2° trimestre 2014), en términos generales los hombres ganan un 38,8% más que las mujeres, pero el número es un poco exagerado como brecha de género porque compara peras con manzanas.

Cuando el universo se circunscribe a los trabajadores full time (más de 39 horas semanales), la diferencia se achica espectacularmente y los hombres ganan solo 12,5% más que ellas.

Sin embargo, la comparación tampoco es correcta porque la verdad es que entre los trabajadores full time las mujeres tienen un mejor nivel educativo que los hombres, a punto tal que mientras que solo el 14,6% de ellos terminaron estudios superiores, el porcentaje de mujeres con ese nivel prácticamente se duplica hasta alcanzar el 28,7%

Cuando se compara los salarios por hora trabajada, controlando por la edad  y el nivel educativo, con el único requisito de que el trabajador haya trabajado al menos 10 horas en la última semana, la brecha de genero resultante es del 16,2% y crece al 20,2% si solo miramos a los que se desempeñan en jornada completa.

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De manera que prácticamente la mitad de la diferencia entre lo que ganan los hombres y mujeres depende de factores perfectamente explicables tanto por el nivel educativo como, sobre todo, por la cantidad de horas trabajadas.

Si bien en materia de igualdad educativa no existe discriminación e incluso el sistema penaliza más a los hombres pobres que tienen tasas de abandono más altas que las de las mujeres adolescentes, básicamente por la asimetría en las oportunidades laborales que se les abren a los muchachos de temprana edad, lo cierto es que es razonable postular que la sociedad todavía no ha avanzado lo suficiente como para igualar las tasas de participación de ambos sexos en el mercado laboral, ni tampoco para garantizar que ellas puedan también desempeñarse en empleos full time. Operan aquí preferencias distintas dependiendo del sexo, pero también limitantes que tienen que ver con la cristalización de roles sociales correspondientes a una división del trabajo resultante de una época obsoleta, en la que el hombre era más productivo que la mujer en el mundo del trabajo, porque los empleos requerían más fuerza bruta y menos capital humano.

 

Sesgos cognitivos que afectan la autovaloración

En el año 2005, como parte de un proyecto de investigación sobre Educación y Mercados de Trabajo (ver la investigación acá) hicimos una encuesta de hogares en área del Gran La Plata, en la que le preguntamos a la gente no solo sobre sus ingresos sino también cual creían que debía ser el salario justo para ellos en un empleo full time.

Mirando ahora esos resultados aparecía entonces una brecha del 14,2%  entre el salario horario de los hombres y de las mujeres, siempre controlando por nivel educativo, edad e inteligencia (este es el único estudio en Argentina con una batería corta para medir capacidad intelectual). La diferencia es consistente con la que existe a nivel país, sobre todo porque se trata de una región con mucho empleo público, donde las diferencias salariales por sexo son a priori inexistentes.

Pero lo más interesante es que no solo las mujeres ganaban menos, sino que aspiraban también a menores salarios. En promedio se contentaban con un 7,8% menos de paga que los hombres.

A partir de un análisis de ecuaciones simultaneas (un tecnicismo que se hace para aislar efectos de causalidad inversa) resulta que la expectativa salarial influye en la paga que finalmente se obtiene y puesto que las mujeres aspiran a un salario justo más bajo que el de los hombres terminan obteniendo un 4,1% menos de ingresos por ese efecto.

El resultado coincide con investigaciones más recientes. Por ejemplo en esta investigación de Jenny Säve-Söderbergh,  de la Universidad de Estocolmo, los autores encuentran que las mujeres sistemáticamente piden entre 2,9 y 3,5% menos que los hombres,  para los mismos empleos, a la hora de negociar su salario.

d0077eEn el libro de Linda Babcocky Sara Laschever,“WomenDon’t Ask” las autoras reportan una encuesta según la cual los hombres aspiran a ganas un 13% más que las mujeres en su primer empleo a tiempo completo y hasta un 32% más en el pico de sus carreras. Según las especialistas “las mujeres no solo tienen expectativas más bajas que los hombres sino que no conocen el valor de su trabajo”

Mi hipótesis es que la infra valorización del trabajo por parte de las mujeres obedece a una falla cognitiva llamada “sesgo de representatividad”, descubierto por el Nobel de Economía Daniel Kahneman y su colega Amos Tversky. Como nadie conoce los datos estadísticos sobre los salarios de las distintas profesiones y las mujeres tienden a estar rodeadas de más mujeres que hombres, con las que conversan e intercambian información, tienden a escuchar más reportes salariales de mujeres. Luego como las mujeres en promedio ganan menos que los hombres, tomar como referencia esos salarios, como si fueran los salarios promedio de una actividad genera una subestimación de lo que podrían ganar, induciéndolas a pedir menores remuneraciones.

Probablemente consciente de este efecto, en estos días Manuela Schwesig, Ministra alemana de Asuntos Familiares y de la Mujer, está promoviendo un proyecto de Ley que prevee entregarle información a los empleados para que conozcan cuales son las remuneraciones promedio en los distintos puestos,  de modo que puedan saber cuánto pedir en las negociaciones.

Saludo la iniciativa alemana y aprovecho para proponer una norma similar en Argentina, porque aunque siempre persistirán diferencias vinculadas a preferencias por empleos con atributos no monetarios (como horarios flexibles) y tareas donde lo más importante no es el dinero,   si las mujeres supieran lo que realmente  valen, demandarían ese nivel de compensaciones y la brecha salarial atribuible a la discriminación del mercado,  caería sin dudas.